
El papel de la cultura en la revitalización de zonas en transición energética

Las regiones en transición energética —aquellas que han dependido históricamente de industrias como el carbón o el petróleo— enfrentan hoy una transformación profunda: económica, social y medioambiental. En este contexto, la cultura puede convertirse en una poderosa herramienta para acompañar estos procesos, activar el territorio y reimaginar el futuro colectivo. Pero, ¿cómo se traduce esto en la práctica?
¿Qué entendemos por zonas en transición energética?
Las zonas en transición energética son territorios afectados por el cierre o reconversión de actividades industriales contaminantes, en respuesta a los compromisos climáticos y a la evolución de la matriz energética. Aunque estas transformaciones son necesarias para reducir las emisiones globales, tienen un impacto directo en el empleo, la identidad local y la cohesión comunitaria.
Estas regiones, a menudo rurales o periféricas, necesitan soluciones integrales que vayan más allá de lo técnico o económico. Es aquí donde entra la cultura como vector de regeneración social, simbólica y territorial.
La cultura como motor de transformación en territorios vulnerables
Reconstruir identidad desde lo simbólico
La cultura permite resignificar los paisajes industriales y recuperar la memoria colectiva. Donde antes hubo minas, chimeneas o fábricas, pueden surgir museos de sitio, festivales de patrimonio o intervenciones artísticas que reconecten a las comunidades con su historia, generando orgullo, pertenencia y nuevos relatos.
Activar espacios y relaciones
Los proyectos culturales tienen la capacidad de reanimar espacios vacíos, generar encuentro intergeneracional y fomentar la participación ciudadana. Esto es especialmente importante en zonas con fuerte migración juvenil o pérdida de tejido social. Una biblioteca reactivada, un centro cultural móvil o un taller artístico pueden ser el punto de partida para revitalizar la vida comunitaria.
Atraer nuevas economías creativas
La cultura no solo es simbólica: también es economía. Las industrias culturales y creativas pueden ofrecer empleo, dinamizar el turismo sostenible, generar emprendimiento local y atraer talento. En zonas que buscan diversificar su economía tras el declive energético, fomentar actividades culturales puede ser una palanca real de desarrollo.
Casos y estrategias inspiradoras
Intervenciones artísticas en paisajes industriales
En España encontramos ejemplos inspiradores de cómo la cultura puede transformar espacios industriales en desuso. Uno de los casos más emblemáticos es La Térmica Cultural, ubicada en la antigua central térmica de Compostilla II, en Ponferrada (León). Este espacio, gestionado por la Fundación Ciudad de la Energía (CIUDEN), ha reconvertido un icono en un centro cultural vivo, abierto al territorio y comprometido con la transición justa.
En lugar de borrar el pasado industrial, La Térmica Cultural lo pone en valor: combina exposiciones, actividades educativas, música, arte contemporáneo y programas de participación ciudadana en un entorno patrimonial único. Esta transformación no solo conserva la memoria del lugar, sino que redefine su papel en la comunidad, convirtiéndolo en un punto de encuentro, reflexión y creación.
Este tipo de intervenciones generan una nueva relación con el territorio: donde antes hubo chimeneas y maquinaria pesada, hoy hay cultura, naturaleza y ciudadanía activa. La ruina industrial deja de ser un símbolo de decadencia para convertirse en motor de futuro compartido.
Residencias artísticas en zonas rurales
En España, iniciativas como los programas de residencias en zonas despobladas permiten que artistas trabajen junto a comunidades locales para reinterpretar el presente del territorio. Esto no solo crea vínculos, sino que también deja huellas culturales y emocionales que fortalecen la identidad local.
Cultura como acompañamiento de procesos de transición justa
Algunos municipios, con apoyo de políticas públicas, están incluyendo la cultura dentro de sus estrategias de transición justa. No como un añadido decorativo, sino como parte activa del diseño del nuevo modelo territorial: consultando a la ciudadanía, generando narrativas comunes y articulando redes de colaboración.
¿Qué condiciones hacen falta?
Para que la cultura cumpla su papel en estos procesos de transformación, es fundamental:
- Contar con financiación estable, entendiendo la cultura como inversión y no como gasto.
- Escuchar al territorio, diseñando proyectos desde la participación ciudadana y no desde la imposición externa.
- Fomentar alianzas entre administraciones, agentes culturales, universidades y tejido social.
- Promover la descentralización, facilitando el acceso a la cultura más allá de las grandes ciudades.
La transición energética es también una transición cultural. Requiere imaginar otros modos de habitar, producir y convivir. En este desafío, la cultura no es un lujo ni un complemento, sino una herramienta fundamental para sanar, reconstruir y proyectar nuevos futuros en territorios que han sostenido durante décadas el desarrollo energético del país. Apostar por ella es hacer una transición más justa, inclusiva y profundamente humana.